domingo, 31 de enero de 2010

festivales de poesía


atención, muchachitos y pongan mucha atención
a parte del Recital Internacional Chilango Andaluz y Poesía en Voz Alta de Casa del Lago hay muchos más festivales en español, miren:


festival arriversos de guadalajara, jalisco
http://arriversos.blogspot.com/


poetas del mundo en córdoba
(estos me caen bien de entrada,
no sé por ké)
http://www.cosmopoetica.es/index.php

festival internacional de perfopoesía de sevilla *****
http://festivalperfopoesiasevilla.blogspot.com/

festival internacional de poesía de costa rica
http://www.festivaldepoesiacr.com/

festival internacional de poesía ciudad de granada *****
http://www.festivaldepoesiadegranada.com/

festival internacional de poesía de la habana
http://fplh.blogspot.com/

festival internacional de poesía de medellín **********
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/es/Multimedia/index.htm
festival internacional de poesía bolivia 2010
http://www.festivaldepoesiadebolivia.blogspot.com/


festival internacional de poesía moncayo


festival internacional de poesía de quetzaltenango y el salvador


festival bienal Las Lenguas de América

Rojo en Bellas Artes, presentación El amor en cada esquina,feb 2009


A continuación

para los que no me creen que leí en Bellas Artes
en una sala Adamo Boari llena

FIU!!! De las ventajas de presentar antología, con que todos los antologados avisen a sus respectvas familias, llenamos, jaja
acá las notas que salieron en

1. El portal del INBA
2. Notimex
3. El Financiero (reproduciendo Notimex)(jueves 26 de febrero)
4.Portal argentino Los Andes on line
5. Portal de Presidencia (reproduciendo Notimex)



1.

Presenta Héctor Carreto antología de jóvenes escritores en el Palacio de Bellas Artes

Digamos que son rudos
Mauricio Rojas

Una antología de cuento y poesía, una gama de historias que nos reflejan la realidad de distintos sectores de la sociedad, un grupo de autores que se atreven a romper con tabúes, historias que evocan alegría, tristeza, desesperación, indiferencia, ilusión, decepción, y un sinfín de emociones que se nos presentan en esta gran obra publicada por Café Literario Editores.En nuestro recorrido por las páginas de esta interesante conjunción de historias, encontramos todo tipo de personajes y situaciones con las que podemos identificarnos: amor no correspondido, infidelidades, sorpresas e incluso las vivencias más simples y cotidianas.


Así, los autores nos invitan a vivir un tiempo y un espacio determinado, que nos permiten acompañar, en cada una de las líneas de esta obra, a los personajes en su experiencia y compartir con ellos los más profundos sentimientos. Sin lugar a dudas, se trata de un grupo de escritores noveles que, a partir de sus narraciones, nos hacen reflexionar, pensar, vivir y sentir.
Dieciséis autores que comparten historias, que comparten su vida. Ellos son Arturo Arredondo, Guadalupe Bucio, Marlene Diveinz, Alejandro Frías, Esteban Raymundo González, Mariana Guzzante, Enrique Layna, Alejandro López García, Andrés Méndez Palacios Macedo, Primo Mendoza, Luis Felipe Pacheco, Guillermo “Rojo” Córdova, Mauricio Runno, Iván Sierra, Artemisa Téllez y Eduardo Vasuribe.

Destaca de esta antología el esfuerzo por retomar los relatos cortos, con una gran carga emocional y contenido. Como dice Juan Hernández Luna en el prólogo, se trata de historias que “muestran un panorama desolador, relaciones tortuosas, malogradas. Son catálogo de todo un desencanto generacional, de la dificultad de establecer relaciones duraderas. Digamos que los autores de estas páginas son rudos”.

Pero también hay muestras de poesía: el verso libre de Marlene Diveinz se da cita con los caligramas y otros experimentos ásperos de Guillermo “Rojo” Córdova. A fin de cuentas, lo que tienen en común los textos incluidos, es que en todos ellos podemos encontrar distintas formas de ver el amor. Un sentimiento vivido de distinta manera en cada relato y poema que incluye esta antología. Después de todo, El amor en cada esquina es, precisamente, un libro de amor.



2.
(3 y 5)
Presentan en Bellas Artes "El amor en cada esquina"

Notimex/CFEEl FinancieroCiudad de México
Se trata de un libro con relatos cortos y poesía
Buscan apoyar el trabajo de nuevos escritores

Con el objetivo de apoyar el trabajo de nuevos escritores, anoche fue presentada la compilación de relatos cortos y poesía "El amor en cada esquina", libro en el que un grupo de jóvenes escritores comparten con el lector su manera de ver ese sentimiento.

El Palacio de Bellas Artes, en esta ciudad, el comentarista del volumen, el escritor Héctor Carreto, aseveró que "ante la crisis económica actual, la era digital es para los editores y autores una ventaja para dar a conocer nuevas propuestas literarias".

Durante su participación, el escritor capitalino alentó el trabajo realizado por los noveles autores e hizo comentarios sobre cada uno de los relatos que componen la antología.

Enfatizó que, aunque el libro comparte estilos muy diversos no afecta su calidad literaria. Por su parte, la escritora y editora Guadalupe Bucio Gaona dijo que nadie crece si no recibe la crítica de su trabajo y destacó la importancia de abrirse a nuevas propuestas literarias, pues "si bien la literatura no da para comer, nos puede proporcionar satisfacción y felicidad".

Respecto al eje principal del libro, Bucio aseveró: "El amor es la máxima expresión de respeto, no tiene límites, es un sentimiento totalmente humano, esa palabrita `cursi" es la fuerza motriz del universo.

"Recordemos que las mejores obras de teatro son historias de amor y no existe persona que no desee amar y ser amado".
En el acto, los escritores Luis Felipe Pacheco, Artemisa Téllez, Andrés Morales Palacios, Enrique Layna y Guillermo Rojo Córdova compartieron fragmentos de su obra, publicada en el libro "El amor en cada esquina".


4.

Tres autores mendocinos en antología mexicana
Alejandro Frías, Mariana Guzzante y Mauricio Runno fueron invitados a participar de una antología organizada por Café Literario de México y premiados con la publicación.

Los organizadores, con muy buen criterio, apoyan el trabajo de los escritores menos conocidos, debido a las dificultades económicas para acceder al libro. La editora, Guadalupe Bucio Gaona, hizo hincapié en la necesidad de la crítica de los autores para poder crecer y así ponderó las palabras de Héctor Carreto en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, durante la presentación, que reproducimos a continuación.


"Durante la segunda década de los años setenta, los entonces jóvenes escritores estábamos haciendo revistas literarias y éramos conocidos por formar parte de alguna: Xilote, Caballo verde, Rilma, Cuadernos de literatura, El Zaguán, Versus, Manifiesto Infra, El Telar, El oso hormiguero, Signos y Zona eran algunas de las más conocidas. Por supuesto, también estaban los editores independientes de plaquettes, como La máquina de escribir y La máquina eléctrica. Y eran los tiempos de esplendor de los suplementos culturales, desde La cultura en México, de la entonces muy leída revista Siempre, hasta el Diorama de la cultura de Excélsior, pasando por la Revista de la Universidad y la Semana de Bellas Artes.
“Había espacio suficiente para que todos publicáramos. Volviendo al caso de las revistas, les comento que incluso los encuentros literarios se empezaron a diseñar en torno de ellas: el primer maratón de poesía, organizado, creo por el INBA y por la UNAM en 1979, en el Museo de Arte Carrillo Gil, alternaba la lectura de los poetas reconocidos (Gutiérrez Vega, Montes de Oca, Tomás Segovia) con las revistas de jóvenes. "La crisis económica fue minando no únicamente las publicaciones independientes sino, también, de los suplementos culturales de algunos periódicos.


Por fortuna, la llegada de la era digital está dando la oportunidad al editor independiente y a muchos autores para hacer conocer nuevas propuestas literarias. Falta, creo, solucionar los aspectos publicitarios y de distribución. Aunque la difusión, mediante el correo electrónico, parece estar supliendo dignamente estos aspectos.


Además, está el camino de las ediciones electrónicas, tanto de revistas como de suplementos y de libros. Tallereando textos "Café Literario Editores es un magnífico ejemplo de amigos escritores que se reúnen para tallerear sus textos, para luego verlos publicados en las propias ediciones que ellos diseñan, imprimen y divulgan. "Títulos que resultan altamente atractivos de inmediato cuando el cliente en potencia los tiene enfrente: bien diseñados y visualmente agresivos y con títulos tan sugerentes como 'Cupido negro', cuentos de amor y desdicha; 'Homenaje a Bukowski', antología de borrachos, y el que ahora nos concierne:
'El amor en cada esquina', antología que incluye relatos y poemas de autores de los que, salvo Marlene Diveinz, desconocemos las edades, ya que omiten ese dato en sus fichas de pie de página.
Eso me parece atinado, pues evita en el lector las feas comparaciones entre autores de diferentes generaciones y propicia el goce la lectura sin ese tipo de prejuicios. "Como suele ocurrir en una reunión de autores, los estilos son muy diversos, lo que en vez de demeritar enriquece las posibilidades de lectura.
La unidad está en el asunto: el encuentro fortuito entre dos, en una esquina, en una fiesta, en un "pueblo chato y feo", como escribe Mariana Guzzante al principio de un relato, o en un mercado o en una librería, o en cualquier lugar público, donde todos estamos expuestos a la mirada de los otros. "Tal es el caso de la mujer de los pantalones negros ajustados, quien primero se siente acosada por la mirada de un sujeto que le gusta, para después intercambiar señales con los ojos y terminar con el intercambio de manos y fluidos en el cuento "Tablero", de Guadalupe Bucio Gaona. "De hecho, todo el cuento es un juego tenso e intenso, donde un descuido puede ocasionar desventajas; es un ajedrez donde, finalmente, ganan los dos contrincantes. Frases largas de Frías "Hay textos que me llaman la atención por las frases de tirada larga, como "Ébano", de Alejandro Frías, y en donde la velocidad va creciendo muy rápido en la medida en que los personajes se van acercando. El texto es un intercambio en todo sentido: un puesto de libros en un mercado, las miradas, las palabras y el jaloneo.


"En el texto de Esteban Raymundo González, "Japón", aprecio la fina sutileza de su factura: nos omite algunos datos, que nos deja para que nosotros los completemos. Por ejemplo, omite decirnos qué edad tienen los personajes y, mientras leemos el relato, advertimos que no importa, porque el diálogo nos va develando que uno es mucho mayor que el otro. Por cierto, sabemos menos cosas del que narra que del otro.


"Muy inquietante me resulta el cuento "Los pies que jamás vi", de Luis Felipe Pacheco, pues culturalmente estamos acostumbrados a excitarnos con los pies de las mujeres, pero la situación se presta, pues usan sandalias y la mayoría del calzado femenino muestra, por lo menos, la mitad del pie. No ocurre lo mismo con el pie masculino cuya moda desde hace siglos lo condena a la oscuridad de la bota o del zapato muy cerrado, además del calcetín que refuerza la cubierta. En este sentido, ha de ser sumamente mortificante, y frustrante, para quien el pie masculino sea ese "oscuro objeto del deseo". Esta angustia la expresa muy bien Pacheco, mediante un tono de humor negro muy bien utilizado. Angustia y deseo, tragedia y sensualidad, además de muy buen ritmo, son los componentes de esta pieza. "La contraparte de este autor la dan los tres cuentos de Enrique Layna, "Calentura", "La espera" y "Sorpresas".


En los tres casos, la figura de la mujer es tan sexi que de inmediato nos enciende: la mujer es una pantera cuya única prenda son prácticamente los zapatos de tacón. Layna es un cuentista en el más amplio sentido de la palabra, ya que nos va llevando de un lugar a otro, a su gusto, para rematarnos con finales sorpresa muy bien logrados. "Y bueno, qué decir de Arturo Arredondo, maestro de la narrativa desde hace muchos años, y que con "Román y Estrella" nos obsequia un cuento al mismo tiempo áspero y tierno, de una realidad cruda que alterna con la suavidad de lo íntimo; relato que nos da esperanzas para que consigamos una reconciliación con la vida, sólo para recordarnos que el Destino mayor es el personaje de la Tragedia.
Poemas "Sobre los poemas presentados por Marlene Diveinz y por Guillermo Rojo Córdova diré que, más que el resultado, lo que me entusiasma de ellos es su búsqueda expresiva, su experimentación, su osadía para encontrar nuevos caminos poéticos.


"En fin, todos estos textos comparten lo excitante que puede resultar un encuentro fortuito, al azar, actuando sin pensarlo, de inmediato, sin medir las consecuencias. En eso transgreden lo convencional, las buenas costumbres, pero, como dijo aquel filósofo de barrio, "vida sólo hay una, y hay que aprovecharla, porque mañana… "

"Quisiera comentar los relatos restantes, pero mejor los invito a leerlos, a gozarlos, y felicito mucho a los integrantes del Café Literario por el esfuerzo y por los grandes logros que están teniendo". AC

Consigan su ejemplar// Llamen al Café Literario en México Distrito Federal al 16 74 41 13

o manden un correo

cafe-literario@hotmail.com

Patti, Patti, Patti Smith: Just Kids


Para mí es siempre una gran alegría saber de Patti Smith.
La recuerdo en un documental de esos que pasaban en el once los domingos en la madrugada sobre rock

Recuerdo que siempre los dejada grabando y ahí tengo los VHS, iba en la secundaria me parece...

O tal vez ya en la prepa porque recuerdo haber dibujado para mi clase de Dibujo una división de 4 imágenes diferentes; las cuatro sobre ese capítulo de la serie que les hablo: una pared del CBGB's, un semáforo en el horizonte neoyorkino, graffittis y Patti Smith cantando bajo una luz roja.

Luego me entero del cierre del mítico bar



y la foto de la madrina del punk arribando al último show del brazo de Flea (RHCP)



Una reseña de su poemario más reciente en un chulérrimo número de la genial revista Replicante . La foto que sigue aparece en dicho texto.

Podemos escuchar algunos de sus poemas acompañados por el el artista sonoro Fennesz,

También está su aparición tan puntual en ese video homenaje a Johnny Cash escribe "Redemption" en un sillón, vemos su ojo y la vemos tocando guitarra (God is gonna cut you down, min 0:28- 0:35)

y el documental tan esperado y que se presentó el año pasado en el hoy tragicamente ya cancelado FICCO. ( Patti Smith, Dream of Life, Steven Sebring)

Ahora una razón más para sonreír con la vida de nuestra Patti
saberla presente y respirando bajo el mismo cielo que nosotros
es algo muy bello, no lo creen?

saber poetas de a deveras por ahí en el mismo cosmos de uno.

Esto que sigue es un fragmento del más reciente libro de nuestra autora
se llama Just Kids
y es sobre su relación con el mítico Robert Mapplethorpe
(aparecido en Laberinto de Milenio )

miren acá está con sus nenes

acá en un album




En 1967 la poeta y cantante Patti Smith era una veinteañera que había decidido probar suerte en Nueva York. No tenía donde dormir y pasaba hambre, le gustaba leer y escribía. Aún no exploraba en la música y desconocía que llegaría a ser figura central en el ambiente underground y la escena punk que se gestaba en la ciudad. Robert Mapplethorpe había dejado sus estudios de arte, pero tenía la voluntad férrea de abrise camino con sus dibujos y pinturas a costa de lo que fuera. Pronto una Polaroid iba a caer en sus manos y finalmente lograría la consagración artística como fotógrafo. Aquel verano eran un par de jóvenes que se encontraron y forjaron un camino de amor, creación y apoyo mutuo. Con el libro Just kids, del que Laberinto adelanta dos fragmentos, Smith cumple la promesa que le hizo alguna vez a su inolvidable compañero de ruta, que murió de sida en 1989, de contar la historia de su amistad.


La ciudad ardía, pero aún llevaba mi impermeable. Me daba confianza mientras recorría las calles en busca de trabajo, con el único currículum de un turno en una fábrica, vestigios de una educación incompleta y un uniforme de camarera inmaculadamente almidonado. Logré un puesto en un pequeño restorán italiano llamado Joe’s en Times Square. Tres horas la primera jornada; después de derramar una bandeja de ternera a la parmesana en el traje de tweed de un cliente fui liberada de mis responsabilidades. Sabiendo que nunca iba a lograrlo como camarera, dejé el uniforme —sólo ligeramente manchado— y los tacones que le hacían juego en un baño público. Me los había dado mi madre, un uniforme blanco con zapatos blancos, invirtiendo en ellos sus propias esperanzas sobre mi bienestar. Ahora eran como lirios marchitos olvidados en un lavamanos blanco.


Atravesaba la gruesa atmósfera sicódelica de St. Mark’s Place sin estar preparada para la revolución en marcha. Había un aire de vaga e inquietante paranoia, una corriente subterránea de rumores, fragmentos de diálogos robados anticipando la revolución. Sólo me senté ahí tratando de entender, el aire grueso del humo de yerba puede explicar mis adormilados recuerdos. Me abrí camino en una gruesa teleraña de conciencia cultural cuya existencia desconocía.


Había vivido en el mundo de mis libros, escritos en gran parte en el siglo diecinueve. Aunque podía dormir en bancos, en el metro y cementerios hasta tener un trabajo, no estaba lista para el hambre constante que me roía. Era una cosa flaca con un metabolismo rápido y gran apetito. El romanticismo no me saciaba la necesidad de comer. Aun Baudelaire tuvo que comer. Sus cartas contenían mucho de un desesperado deseo a gritos de carne y cerveza.


Necesitaba un empleo. Fue un alivio cuando me contrataron como cajera en la sucursal de la librería Brentano’s en uptown. Habría preferido la sección de poesía que anunciar las ofertas de joyas y artesanía étnicas, pero me gustaba mirar las baratijas de países lejanos: brazaletes bereberes, collares de conchas de Afganistán, y un Buda engarzado en una joya. Mi objeto favorito era un modesto collar de Persia. Estaba hecho de dos placas metálicas ligadas con grueso hilo negro y plata, como un escapulario muy antiguo y exótico. Valía dieciocho dólares, lo que parecía mucho dinero. Cuando las cosas estaban calmadas lo sacaba de su caja y delineaba la caligrafía grabada en su superficie violeta, fantaseando acerca de sus orígenes.


Poco después de que empecé a trabajar ahí, [un] chico que había conocido brevemente en Brooklyn vino a la tienda. Se veía distinto de camisa blanca y corbata, como un estudiante de colegio católico. Dijo que trabajaba en el Bretano’s del downtown y que tenía un crédito que quería usar. Tomó mucho tiempo mirando todo, los abalorios, las pequeñas figuras, los anillos de turquesa.
Finalmente dijo “quiero éste”. Era el collar persa.
“Es mi favorito también”, le respondí. “Me recuerda a un escapulario”.
“¿Eres católica?”, preguntó.
“No, sólo me gustan los objetos católicos”.
“Yo fui monaguillo”, rió. “Me encantaba mecer el incensario”.
Estaba feliz de que hubiera elegido la misma pieza que yo, aunque triste por verla partir. Cuando la envolví y se la pasé, le dije impulsivamente “no se la des a ninguna chica, sólo a mí”.
Me sentí avergonzada, pero él sonrió y dijo “no lo haré”.


Smith en el festival Provinssirock. Finlandia, 2007. Foto: Beni Köhler
Cuando se fue, miré el lugar vacío donde había estado sobre un pedazo de terciopelo negro. A la mañana siguiente una pieza más elaborada había tomado su lugar, pero carecía del simple misterio del collar persa.
Al final de mi primera semana sentía mucha hambre y aún no tenía dónde ir. Tomé la tienda como dormitorio. Me escondería en el baño mientras los demás se iban, y después que el vigilante nocturno cerrara dormiría sobre mi abrigo. En la mañana aparecería como si hubiera llegado temprano a trabajar. No tenía ni un centavo y hurgué los bolsillos de los uniformes para comprar galletas de mantequilla de maní en la máquina expendedora. Desmoralizada por el hambre me choqueó que no hubiera ningún sobre para mí el día de pago. No había entendido que la primera semana de pago se retenía, y me fui al baño a llorar.


De regreso en la caja, vi a un tipo al acecho, observándome. Tenía barba y llevaba una camiseta a rayas y una de esas casacas con parches de gamuza en los codos. El supervisor nos presentó. Era un escritor de ciencia ficción y quería invitarme a cenar. Aunque yo tenía veinte años, la advertencia de mi madre de no salir con extraños resonó en mi conciencia. Pero la perspectiva de una cena la debilitó y acepté. Esperaba que todo estaría bien si el tipo era escritor, aunque parecía más un actor jugando al escritor.


Caminamos calle abajo hasta un restorán en la base del Empire State. Nunca había comido en un buen lugar en Nueva York. Traté de pedir algo que no fuera tan caro y elegí pescado a $5.95, lo más barato en el menú. Todavía puedo ver a la mesera poniendo el plato ante mí con una gran ración de puré de papas y un pedazo de pescado recocido. Aunque me estaba muriendo de hambre, fue difícil disfrutarlo. Me sentí incómoda y no sabía cómo manejar la situación ni por qué él quería comer conmigo. Parecía como si estuviera gastando un montón de dinero en mí y me preocupaba qué es lo que podía esperar a cambio.


Después de cenar nos fuimos caminando a downtown. Enfilamos al este hacia el parque Tompkins Square y nos sentamos en una banca. Estaba conjurando unas líneas para el escape cuando sugirió ir a su apartamento por un trago. Este era, pensé, el momento crucial que mi madre me había advertido. Miré alrededor desesperadamente, incapaz de responder, hasta que vi acercarse a un hombre joven. Fue como si un pequeño portal del futuro se abriera; de ahí salió el chico de Brooklyn que había elegido el collar persa, como respuesta al ruego de una adolescente. Reconocí de inmediato sus piernas arqueadas al andar y sus rizos alborotados. Iba con overol y una chaqueta de piel de oveja. Del cuello le colgaban collares de cuentas; un pastor de ovejas hippie. Corrí hacia él y lo agarré del brazo.

Con Robert Mapplethorpe en 1969. Foto: Norman Seeff
“Hola, ¿me recuerdas?”
“Claro”, sonrió.
“Necesito ayuda”, le dije. “¿Puedes hacer como que eres mi novio?”
“Seguro”, dijo, como si no lo sorprendiera mi aparición repentina.
Lo arrastré hacia el tipo de ciencia ficción. “Este es mi novio”, dije sin aliento. “Me estaba buscando. Es un loco. Quiere que vaya a casa con él ahora”. El tipo nos miró ridículamente.
“Corre”, grité, el chico agarró mi mano y salimos a través del parque hacia el otro lado.
Sofocados, nos desplomamos en la entrada de una casa. “Gracias, salvaste mi vida”, dije. Aceptó la noticia con expresión de desconcierto.
“No te he dicho mi nombre, es Patti”.
“Me llamo Bob”.
“Bob”, dije mirándolo realmente por primera vez. “De alguna manera no me pareces un Bob. ¿Está bien si te llamo Robert?”


El sol se había puesto en la Avenida B. Tomó mi mano y vagamos por el East Village. Me compró una crema de huevo en el Gem Spa, en la esquina de St. Mark’s y Segunda Avenida. Hablé casi todo el tiempo. Él sólo sonreía y escuchaba. Le conté historias de infancia, la primera de muchas: Stephanie, el campo, y el salón de baile cruzando la carretera camino. Me sorprendí cómoda y abierta con él. Después me dijo que estaba en un viaje de ácido.


Sólo había leído del LSD en un pequeño libro llamado Collages de Anaïs Nin. No estaba al tanto de la cultura de drogas que florecía en el verano del 67. Tenía una visión romántica de las drogas y las consideraba sagradas, reservadas para los poetas, los músicos de jazz, y los rituales indígenas. Robert no parecía alterado o extraño, como yo podría haber imaginado. Irradiaba un dulce y malicioso encanto, tímido y protector. Caminamos hasta las dos de la mañana y finalmente, casi al mismo tiempo, confesamos que ninguno tenía donde ir. Nos reímos. Pero era tarde y estábamos cansados.


“Creo que sé donde podemos quedarnos”, dijo. Su último compañero de casa estaba fuera de la ciudad. “Sé donde esconde la llave; no creo que le importe”.

Tomamos el metro hacia Brooklyn. Su amigo vivía en Waverly, cerca del campus universitario de Pratt. Nos metimos en un callejón donde encontró la llave debajo de un ladrillo suelto y entramos al apartamento.


Nos intimidamos al entrar, no tanto por estar solos, sino porque era el lugar de otro. Robert se preocupó de hacerme sentir cómoda y entonces, sin importar lo tarde que era, me preguntó si quería ver su trabajo guardado en el cuarto de atrás.


Robert lo extendió en el piso. Había dibujos y grabados; desenrolló pinturas que me recordaron a Richard Pousette-Dart y Henri Michaux. Energías múltiples irradiaban a través de palabras entretejidas y líneas caligráficas. Campos de energía construidos con capas de palabras. Pinturas y dibujos que parecían brotar del subconsciente.


Había una serie de discos entrelazando las palabras Ego Amor Dios, combinadas con su propio nombre; parecían desvanecerse y expandirse sobre las superficies planas. Mientras los veía, me sentí impulsada a contarle sobre las noches de mi niñez mirando figuras circulares que irradiaban del techo.
Abrió un libro de arte tántrico.
“¿Cómo esto?”, preguntó.
“Sí”.


Reconocí asombrada los círculos celestiales de mi infancia. Un mandala.
Me conmovió especialmente el dibujo que había hecho el día de los soldados caídos. Nunca había visto algo parecido. Lo que también me impactó fue la fecha: el día de Juana de Arco. El mismo día yo había prometido ante su estatua hacer algo de mí misma.

Se lo dije, y respondió que el dibujo simbolizaba su compromiso con el arte, sellado el mismo día. Me lo regaló sin dudar y comprendí que en ese breve espacio de tiempo habíamos renunciado a nuestra soledad y la habíamos reemplazado por confianza.

Miramos libros de dadá y el surrealismo y terminamos la noche inmersos en los esclavos de Miguel Ángel. Sin hablar absorbimos los pensamientos mutuos y recién al amanecer nos dormimos uno en los brazos del otro. Cuando despertamos me saludó con su sonrisa torcida y supe que era mi caballero.

Como si fuera lo más natural del mundo seguimos juntos, no dejándonos más que para ir al trabajo. Nada se habló; sólo fue comprensión recíproca.

Las siguientes semanas dependimos de la generosidad de los amigos de Robert para el alojamiento, particularmente de Patrick y Margaret Kennedy, en cuyo apartamento en Avenida Waverly habíamos pasado la primera noche. La nuestra era una habitación en el ático con un colchón, los dibujos de Robert clavados a la pared, sus pinturas enrolladas en un rincón, y yo sólo con mi maleta a cuadros. Estoy cierta que no era menor carga para esta pareja albergarnos, teníamos precarios recursos y yo era socialmente torpe. Por las noches teníamos la suerte de compartir la mesa de los Kennedy. Juntábamos dinero, cada centavo destinado a tener nuestro propio lugar. Trabajé largas horas en Brentano’s saltándome los almuerzos. Hice amistad con otra empleada llamada Frances Finley. Era deliciosamente excéntrica y discreta. Deduciendo mi situación, me dejaba recipientes con sopa casera en la mesa del baño de empleados. Este pequeño gesto me fortaleció y selló una amistad duradera. […]
Cuando logramos juntar dinero suficiente, Robert buscó un lugar para que viviéramos.




Hotel Chelsea

Viva irrumpió en el vestíbulo con un aire de Garbo inaccesible, tratando de intimidar al señor Bard para que no le preguntara por la renta. La cineasta Shirley Clarke y la fotógrafa Diane Arbus entraron en forma separada, cada una con la impresión de una misión delicada. Jonas Mekas, con su cámara y su sonrisa siempre presentes, disparó hacia los oscuros rincones de vida que rodeaban al Chelsea. Me paré ahí sujetando un cuervo negro disecado que había comprado por casi nada en el Museo del Indígena Americano. Pensé que querían deshacerse de él. Había decidido llamarlo Raymond, por Raymond Roussel, el autor de Lugar solitario. Estaba pensando en el mágico portal que era este vestíbulo cuando la puerta de vidrio se abrió como barrida por el viento y una figura familiar con capa negra y escarlata entró. Era Salvador Dalí. Miró nerviosamente alrededor, y entonces, viendo mi cuervo, sonrió.

su elegante y huesuda mano en mi cabeza y dijo: “Eres como un cuervo, un cuervo gótico”.
“Bueno”, le dije a Raymond, “otro día más en el Chelsea”.



A mediados de enero conocimos a Steve Paul, el manager de Johnny Winter. Steve era un empresario carismático que había aportado a los 60 uno de los grandes clubes de rock de Nueva York, el Scene. Situado en una calle lateral cerca de Times Square, se convirtió en lugar de reunión de músicos de visita y de tocadas improvisadas a altas horas. Vestido en terciopelo azul y perpetuamente perplejo, tenía un poco de Oscar Wilde, un poco del gato de Cheshire. Negociaba un contrato de grabación para Johnny, y lo había instalado en un par de habitaciones en el Chelsea.



Todos irrumpíamos en las noches en el Quijote. En el poco tiempo que pasamos con Johnny, quedé intrigada por su inteligencia y su apreciación instintiva del arte. Era abierto en la conversación y benevólamente extraño. Nos invitaron a verlo al Fillmore East, yo nunca había visto a un artista interactuar con su público con tal completa seguridad. Era intrépido y alegremente controversial, girando como un devoto en éxtasis acechaba sobre el escenario meneando el velo de su cabellera blanca y pura. Rápido y fluido en la guitarra, paralizaba a la multitud con sus ojos desalineados y la sonrisa juguetonamente demoniaca.


El día de la marmota fuimos a una pequeña fiesta para Johnny en el hotel, en celebración de su contrato con Columbia Records. Pasamos casi toda la noche charlando con Johnny y Steve Paul. A Johhny le gustaban los collares de Robert y ofreció comprarle uno; también le pidió que le diseñara una capa negra de visillo.


Sentada, noté que me sentía físicamente inestable, maleable como si fuera de arcilla. Nadie parecía advertir que yo hubiera cambiado. El cabello de Johnny se doblaba como dos grandes orejas blancas. Steve Paul, en su terciopelo azul, estaba recostado sobre un montón de almohadas, fumando un cigarro de marihuana tras otro en cámara lenta, contrastando con la errática presencia de Matthew entrando y saliendo de la habitación. Me sentí tan profundamente alterada que huí a encerrarme en nuestro viejo baño compartido en el décimo piso.


No estaba segura de qué podía sucederme. Mi experiencia reflejaba muy estrechamente la escena de “cómeme, bébeme” de Alicia en el país de las maravillas. Traté de contactarme con su reacción comedida y curiosa hacia su propia experiencia psicodélica. Razoné que alguien debía haberme administrado algún alucinógeno. No había tomado ninguna droga antes y mi conocimiento se limitaba a la observación de Robert o a la lectura de las visiones autoinducidas por la droga de Gautier, Michaux y Thomas de Quincey. Me acurruqué en un rincón, sin saber qué hacer. No quería que nadie me viera cambiar de tamaño, aunque eso sólo ocurriera en mi mente.


Robert, muy subido también, recorrió el hotel hasta encontrarme, se sentó afuera de la puerta hablando, ayudándome a encontrar el camino de regreso.

Finalmente abrí la puerta. Dimos una caminata y volvimos a la seguridad de nuestra habitación. Al día siguiente nos quedamos en cama. Me levanté con un look dramático: gafas negras e impermeable. Robert fue muy considerado al no burlarse, sobre todo por el impermeable.
Fue un hermoso día que culminó en una noche de pasión inusual. Escribí alegremente en mi diario acerca de esa noche, agregando un pequeño corazón como una chica adolescente.


Es difícil expresar la velocidad con que nuestras vidas cambiaron en los meses siguientes. Nunca habíamos estado tan cerca, pero nuestra felicidad pronto se nublaría por la ansiedad de Robert con el dinero.
No podía encontrar trabajo. Le preocupaba no poder mantener dos lugares. Hacía continuamente la ronda por las galerías regresando frustrado y desmoralizado. “Ellos no miran el trabajo para nada”, reclamaba. “Me toman el pelo tratando de ligar. Prefiero cavar zanjas que dormir con esa gente”.


Fue a una oficina de empleos a buscar trabajo part-time, pero no salió nada. Aunque a veces vendía un collar, irrumpir en el mercado de la moda era lento. Robert se deprimía cada vez más por el dinero, y por el que recayera en mí obtenerlo. En parte fue el estrés por nuestra situación financiera lo que lo hizo volver a la idea de prostituirse.


Traducción de Elisa Montesinos
http://impreso.milenio.com/node/8711525









acá ya en aras canonizatorias

sábado, 23 de enero de 2010

C'est un classique !!



Telle est la triste histoire du graffiti phallique
gracieuseté du portail électronique de sensationnel journal français Libération fondé par Jean-Paul Sartre


lunes, 18 de enero de 2010

Mind the Sound ( o la historia del loco Tobbi, el poeta avant garde islandés del Siglo XVII)



Mind the sound



It may have been the year 1600 – on the dot – that a child was born in Iceland (probably) named Þorbjörn Þórðarson. Perhaps it was later though, it’s hard to tell. No one really knows. And I wouldn’t want to lie. You deserve the truth. And he may have smelled just as sweet born on any other date.



Þorbjörn grew up to be a poet of semi-renown, a blacksmith and a fisherman. Not much is known about the man or his life, even his identity and name being up for debate, but he is thought to have spent most of his years in the southern and western parts of Iceland. His poetry lived, as the poetry of many of his Icelandic contemporaries, mostly through an oral tradition of a nation with a fondness for rhymes – through collected folklore, and in part through myth. His early poetry is more or less forgotten, although it is said to have been rather plain - uneventful yet skillful, his art being occasional and his subject matter being (as was common) everyday life. Through an unusual act of divine intervention, this would all change.




One day Þorbjörn was minding his blacksmithing business in Skógarnes at Löngufjörur, Iceland, when a group of travellers approached, looking for a safe way to cross Haffjarðará-river. The travellers greeted Þorbjörn heartily, seeing as here they’d found a local man who could advise them on their journey through terrain that they knew very little of. Þorbjörn was by all accounts having a bad day. His blacksmithing was tiresome and not moving along with the expediency he would have wished. Perhaps he was, like many contemporary poets, fed up with his dayjob and wishing to have the time necessary to hone his poetic skills.


When the travellers asked where they should cross the river, he answered (as was poets wont in his time) with a poem. More precisely, a quatrain:



Though with hammer to iron I cater
‘tis all for naught I slammer.
Take the course for Eldborg-crater,
and cross at Þóris-hammer.[1]


This would all have been well and good, had the advice Þorbjörn gave to the travellers, in his mindless irritation toiling away with the iron, not been a bit inaccurate. Or to put it plainly (we do strive to make it simple): His advice was dead-wrong, erroneous, false, reprehensible and vicious – put it how you will: Þorbjörn sent the travellers towards an impassable part of the river, straight into the rapids of hell. The travellers however, being sufficiently naïve to believe a poet’s pretty words, tried to cross where they were told. Needless to say, they all drowned.


Now in those years God was not the forgiving fellow we’ve come to admire in later years, and he did not at all enjoy having to receive the all-too early travellers (perhaps he wanted time to work on his poetry). So he smote Þorbjörn with a curse: He bereaved him of the ‘gift of poetry’. But Þorbjörn, being of stubborn stock, wouldn’t take no-poetry for an answer, and kept at it, poesying like a mad-man, quite literally: no matter how he toiled away at his quatrains and tercets, they all turned out nonsensical, full of words that weren’t words, sentences that alluded meaning, leaning on nothing but the verse-framework:


Loppu hroppu lyppu ver
lastra klastra styður,
Hoppu goppu hippu ver.
hann datt þarna niður.[2]

Some of the words in the first three lines can be seen as having ‘meaning’, while some are ‘meaningless’ – the context is complete nonsense, beautiful nonsense, soundbouts in rounds galore – he is less literati than alliterati, or even illiterati – and yet it sounds like something a fisherman-blacksmith would write, it sounds like a fisherman-blacksmith’s vocabulary, nevermindyou that the words don’t mean anything – they SOUND.


The final line was all Þorbjörn had left of more traditional poetry, word-by-word: he fell there down. From the moment his curse became reality, more often than not, only Þorbjörn’s last lines would be ‘readable’. As his poetic career continued, Þorbjörn got to be known as ‘Æri-Tobbi’, Tobbi being a nickname for Þorbjörn and ‘æri’ meaning ‘crazy’ or ‘insane’ - and so he’s known today.


Little did God know, on the day he smote his curse on Þorbjörn, that he’d be giving birth to Iceland’s first avant-garde poet – a sound poet, no less, whose control of zaum is first-class, putting him in a category with such 20th century greats as F.T. Marinetti and Hugo Ball.


Æri-Tobbi was not the only poet in Iceland to be treated in this manner by the vengeful God, to whom the countrymen swore allegiance (although hesitantly, and merely in public) in the year 1000. Hallgrímur Pétursson, another 17th century poet and priest, was given a similar treatment for abusing his gift. At the time, the gift of poetry was seen as being magical, and poems would be written for magical purposes, be it to poetry the evil out of things, or to poetry a pretty girl/guy into bed. People would even fight with poetry, the most famous duel of all being that between Kolbeinn Jöklaskáld (yet another 17th century poet) and the Devil himself. Kolbeinn poetried the devil back to hell by rhyming the word ‘tungl’ (moon) – our ‘orange’ (unrhymable) – with ‘ungl’ or ‘úln’: a variation on the word for ‘wrist’ – this is all highly dubious, not really words and not even really rhymes, but the devil always being one to promote the avant-garde, readily agreed and cleared off to hell.


Hallgrímur had no such worthy opponent. He was having trouble with a fox who kept killing his sheep – a nasty biter, though no devil. One day, while in the pulpit, he saw the fox in question, and immediately proceeded to poetry it away, with such an astounding result that the fox literally sank into the ground (I’m not making this up!). God, being enraged at Hallgrímur for poetrying for secular matters from the pulpit, dried up all the poet’s poetry. It was not given back until Hallgrímur started his 25 thousand word anti-semitic rant / psalm of passion, which counts among Icelandic Christianity’s literary classics, having been published over 80 times (in a country currently of 320 thousand people)[3].



As far as posterity goes, there’s no remnants to be found about Hallgrímur ever having been a sound-poet or avant-gardist, despite his standing as one of our most respected poets. Quite the opposite.

He eventually caught leprosy and died.





II

While Æri-Tobbi was far from making any common-sense with his poetry, while he had totally lost his grip on words, sentences and their meanings, the verse-form remains, fully equipped with rhyme and the old Nordic rules of alliteration: ‘props’ & ‘mainstaffs’ - the anchors of poetry that even some modern Icelandic readers would openly claim was an unconditional requirement for any poem (worthy of the name). For a quatrain the most common form these rules take (there are variations) goes something like this: A pair of alliterations in the first and third line (props), and one at the beginning of the second and fourth line (mainstaffs). It’s to be noted that all words in Icelandic have the stress on the first syllable, so that’s where the alliteration goes (moreorless) without exception:

Ambarar vambarar skrumburum skerskrambra þumburinn dýri.
Vigra gigra vambra hvervagaði hann suður í mýri.

The rules of props & mainstaffs are so intrinsic to the Icelanders’ idea of poetry that when foreign verse-forms, like the sonnet, are imported they get a permanent injection of props & mainstaffs: A sonnet in Icelandic without props & mainstaffs is a rare exception – and this includes translations of foreign sonnets.

And the same evidently applies to 17th century sound-poetry in Icelandic. Although being a sound-poet freed from the burdens of meaning Æri-Tobbi could move more easily through in-rhymes, and would consistently over-alliterate (which was / is a semi-crime in Icelandic poetry), and repeat words or similar word-forms and thereby layer his sounds where he was unable to layer his meaning. This is not poetry meant to be taken sitting down:


Aldan skjaldan galda grærgræfra ræfra russu.
Sæfra tæfra síldarmærsussu sussu sussu.


There’s a consistent use of R’s in various combinations in his zaum-words - the R in Icelandic being particularly rolled, the alveolar trill of [r] - a common blend being ‘br’s and ‘fr’s and ‘vr’s, with some notably difficult consonant-sequences like ‘glr’. Where one of these sounds occur in a line, it’s more than likely to reoccur, either in the same line or the next one. Some of this is a dire strain on the tongue:

Aglra geglru guglra stöglog geglra rambið.
Gaglra stiglu giglru strambiðgaf hún þér ekki stærra lambið?


If living to be seen (read, enjoyed, enlightened) by posterity can be used as a measurement for the worth of poetry, the poetry of Æri-Tobbi is by far more excellent than that of Þorbjörn his predecessor. Its unique type of nonsense has kept it alive for over 400 years, because, quite frankly, it’s inimitable, mad, lingually destructive, fierce and beautiful.

III
Sound poetry is the art of treating all words (or phonemes) as if they were a peculiar form of onomatopoeia – that is, instead of treating words as if they imitated the sound they describe, you treat words (or phonemes) as if they imitated the sound they make.
An interesting and (perhaps) descriptive recent example of this is to be found in the poem “1,2,3” by Swedish poet Klas Mathiasson, from his book urklippt [4] (trans. ‘cutout’)– the first three lines are written thusly:


BRA BRA BRA BRA BARA BRABRA
BRA BRA BRA BARA BRABRA BARA BARA BRA BARA BARA


‘Bara’ is Swedish for ‘only’ and ‘bra’ is Swedish for ‘good’. The poem, magnificently read by the poet on a CD accompanying the book, becomes an incantation where one word melds into the other in a seemingly endless circle. Now, in Icelandic, ‘bra’ is literally onomatopoeic – being the sound ducks make – and in English its short for brassière (French for ‘bra’ I believe). ‘Bara’ is ‘coffin’ in Italian, and ‘gregarious’ in Latvian – in Japanese, ‘bara’ means ‘rose’, but it’s also short for ‘Barazouku’, an influential gay magazine, according the online Urban Dictionary, as well as being a ‘delicious guyanese food which can be eaten at special occasions’ and slang for ‘penis’.
Is it legume from a press, that makes me so digress? These so-called meanings will tell us nothing! Yet it recalls the dictionary-philic attitudes of some of the first sound-poets – the movement of Dada, who claimed their club-title could be made to mean anything from everything to nothing in the various languages of the world. And perhaps I’m not digressing at all.

Phonemes do not mean, they sound, and if I’m wrong and they in fact do mean, they only ever mean what they sound. It’s the mechanism, I guess – I shouldn’t apologize, this is how it might work:

1) Subject hears sound
.2) Subject interprets sound.
3) Sound doesn’t exist in subjects innermost dictionaries.
4) Subject starts fabricating the evidence, eventually landing himorherself in poetry lock-up for fraud.


One of the aspects of sound-poetry, one of the facets that makes it such an international phenomena, is that its untranslatable weirdness is (moreorless) equally untranslatable in any given language. Yes, Jaap Blonk’s work sounds like Dutch, and Marinetti’s work sounded like Italian – just like Æri-Tobbi’s work sounded like Icelandic – but none of it is a “correct” representative of the respective language. Yet it’s not a given that the words chosen for a piece of sound-poetry don’t correlate to an entry in the dictionary. Much of sound-poetry’s oeuvre consists of actual words, and even grammatically correct sentences. And can even be found in many dictionaries, in different languages and cultures – simple one-syllable sounds (like ‘bra’ or ‘da’, ‘bra bra’ or ‘dada’) often exist in several languages and most sound poetry being merely strings of one-syllable sounds means that it might to some extent be interpretable by your brain through a ‘close listening’. Hugo Ball’s “Gadji beri bimba” might be “Gat í beri bimbult” (Hole in berry nauseous, in Icelandic) or God Gee Berry Bimbo.


All sound-poetry is to a great degree something that advertently/inadvertently becomes subject to an inner homophonic translation, because ones head interprets a spoken voice as language, and interprets language as being something that inherently has a meaning one can look up in a dictionary (I’m not saying it’s a ‘right’ way of understanding sound poetry, I’m saying it’s inevitably always part of the mix). This also goes for word-based or sentence-based sound-poetry because the weirdness incorporated into the sound tends to lead us as listeners astray, regarding their spelling or dictionary-meaning. So even words in sound-poetry that exist in dictionaries and are strung together into grammatically ‘correct’ sentences tend to get appropriated by sound-poetry and turned into ‘pure’ sound at some point, that can (and tends to) be reinterpreted back into ‘traditional language’ - and not always in the original meaning.


The categorical difference between sound-poetry and instrumental-music (including sound-poetry’s cousin, scat-singing) is that the listener inevitably interprets what he or she hears as ‘language’ - not only is it the framework that the work is presented within, but it’s also inherent to much of the actual work, that it actually ‘resembles’ language. It mimics language. So I theorize:

Zaum is to language as onomatopeia is to an actual quack, an actual bark etc.






IV
One of the aspects of Æri-Tobbi’s sound-poetry is that it intersects its zaum with perfectly dictionariable words, and I’m told other words can be traced somewhere (go, etymology, go!) - but in any basic non-researching reading (let alone incanting) of his poetry you’re not gonna be sure what is a word and what is zaum. It’s not intentionally written as nonsense, at least that is not how the myth goes - it’s an attempt at writing poetry by a poet bereaved of his gift. This, I interject, seems to imply that God is firmly on one side of the content vs. form debate - as he did not choose to bereave Æri-Tobbi of the gift of form, but only his meaning-content (again, in the dictionary sense of meaning (no, not ‘meaning’ as the word’s described in the dictionary, but the way a dictionary conveys meaning)).


And so, once in a while, a sunbeam gets through, a single word or even a sentence:

Imbrum bimbrum ambrum bambrum apin
dælaskaufra raufra skapin skælaskrattinn má þeim dönsku hæla.



The tercets closing line means something like: The devil can praise the Danish. What of the rest of it? ‘Dæla’ is pump, ‘skæla’ is whine - but without the help of a dictionary the rest of it eludes me, and the endings (conjugations?) are unusual, in the sense that they are repetitive, which in Indo-European languages is more an exception than a rule - especially a 4X repetition, as in “Imbrum bimbrum ambrum bambrum”.

Portions of other words can be ‘translated’. Thus ‘imbrum’ might refer to ‘imbra’, the fast that begins every quarter of the Catholic church year; the only word starting with ‘bimb’ I can find, is ‘bimbult’, nauseous; ‘ambrum’ might refer to ‘ambra’ which is (amongst other things) the wailing of a child. ‘Bambrum’ could be from ‘bambra’, to drink fast or swig. ‘Apin’ might be a form of ‘api’, a monkey, or ‘opin’, that is to say: open. ‘Skaufra’ might be ‘skauf’ - the foreskin of a horse’s penis. ‘Raufra’ might be ‘rauf’, an opening. ‘Skapin’ might be ‘skapaður’ or ‘sköp’ - created or female reproductive system (more commonly: her genitalia) or even destiny.

Most of these words that I’ve linked to the word-forms in the poem through etymological guesswork are very uncommon.


An attempt at a translation (sans form, plus more guesswork) might look like this:
During the catholic fast,we felt nauseousfrom the wailing of childrenand swigging from the open pump.


The foreskin of a horse’s penismade the cunt’s opening whine.

The Devil can praise the Danish.


Now, we might have different opinions on whether this makes any more sense than the original, but at least these are sentences - not even the most arid critic would disagree with that. But those looking for more finality of meaning, might want to distance themselves even further from Æri-Tobbi’s sound-poem, interpreting the interpretation - The poem discusses sins of the flesh and juxtaposes animal(istic) intercourse, crying infants and barbaric drinking habits with the strict medievel Catholic church (abandoned in Iceland, for Lutheranism, in 1550). The final line could be read as an indictment of the Danish colonial-lords of Iceland, either saying that they’re on the devil’s side (literally) or more colloquially saying something along the lines of “who cares about the Danish”. To be noted: When the protestant reformation occurred all the property of the Catholic church was appropriated by the Danish king, and he replaced the pope as head of the church, becoming more influential and eventually subjecting Icelanders to a commerce-monopoly where all imports had to be from (or through) Denmark.




We would not dare such interpretations, would not bother (the devil can praise these interpretations!) for we are only interested in the sounds. And then again, while phonemes sound more than they mean, the sounds tend to inadvertently mean while sounding.






V
My own relationship with Æri-Tobbi stems from my childhood - I don’t remember where or when, but I remember being enthralled and giddy about his poetry. It wasn’t particularly hard to recognize or play with (in the sense of reading, like writing, being a game) because I found in it something that reminded me of Þórarinn Eldjárn’s (1949 - ) children’s poetry (and reminiscence is nine-tenths of the discovery). Eldjárn’s poetry is often nonsensical, a distortion of sayings and colloquialisms, double-entendres and the like. It’s playful in a way I wish all poetry was playful. And in Eldjárn’s recent poetry book from 2001, Grannmeti og átvextir [5] (Edible neighbours and eating-interests, perhaps - a wordplay on Grænmeti og ávextir - Vegetables and fruit) he includes a poem called “Takk takk Tobbi” (“Thanks thanks Tobbi”) that consists of some of Æri-Tobbis most famous zaums and stream-lined variations of them. While the poem is infinitely more ‘understandable’ than any of Æri-Tobbi’s work, it somehow shows more clearly the connection between these two poets - the 17th century madman, and the 20th century children’s poet - than any of Eldjárns previous work. Or perhaps more precisely, it underlines that which was always there: The joy of (the sounds of) words shared by the two men. And for me personally, it came with the vainglorious feeling of having been right all along (yay!), iterated in the last two lines:

Þambara vambara, Þorbjörn minnþakka þér fyrir arfinn þinn.
(Þambara vambara, my dear Þorbjörnthank you for the inheritance)



In early 2008 I wrote the poem ‘Úr órum Tobba’, (trans. From the madness of Tobbi) a six-to-seven minute long sound-poem carved from Æri-Tobbi’s zaum [6]. The poem was first performed at the Scream Poetry Festival in Toronto, at the Lexiconjury Revival Night, and has in fact not been performed since[7] (although published on CD, along with more of my sound-poems[8]).


‘Úr órum Tobba’ is at once a found poem and sound poem, collaged and cut-up lines of zaum taken from the quatrains, tercets and couplets of Æri-Tobbi - the first of the thirteen stanzas is written thus:

Axar sax og lævarar lax
Axar sax og lævarar lax
Hoppara boppara hoppara boppara
stagara jagara stagara jagaraNeglings steglings veglings steglings
Skögula gögula ögula skögulahræfra flotið humra skotið
Axar sax og lævarar lax



Each stanza has eight lines, and all are intersected with two of Æri-Tobbi’s most famous zaum-lines:

Agara gagara agara gagaravambara þambara vambara þambara


The eight-line stanza recalls for me the ballade, yet the exclusion of Æri-Tobbi’s more straight-forward lines (leaving only the zaum) brings a darker element into the mix, and the stanza-length brings with it more momentum than is to be found in Æri-Tobbi’s much shorter poems, and increases the iniquitous nature (sound) of the work. It is indeed still playful, but the game may have turned a bit sinister.


The handling is in some ways opposite to the handling of Eldjárn mentioned earlier. While Eldjárn keeps Æri-Tobbi’s signature zaum, he funnels it into more literally understandable stanzas - underlining the light nature of the original poems. My own version of 13 eight-line stanzas where little to no “sense” can be made, becomes more of a dark matter, more of a druidic incantation, and I feel myself stressing the sounds quite differently than I would stress the original - at times moving them back in the throat for a guttural approach. I should mention that these decisions, and I’m not fully comfortable with calling them decisions, were something that came quite naturally through the process of piecing the found-sound-poem together. I would have guessed beforehand (and I think I did) that the poem would turn out much more “pleasant” than it eventually did.


Úr órum Tobba is the only sound-poem I’ve done that’s made from zaum - the rest mostly consisting of grammatically “correct” sentences. I guess it’s some sort of ode to the old man, and perhaps also to Þórarinn Eldjárn in part, and it may say more about my own interest in reading, writing and sounding than it pleases the audience (although, vainglorious as I am, I should mention that its only performance was received very warmly) or than it says anything in particular about Æri-Tobbi (let alone Þórarinn Eldjárn). For a love-song it’s pretty dark, I can’t imagine anyone wanting a love-song like this:


Viggjara þöggara vúgrar brúgrarfrugrar skrugrar frá því skreytti
Vampara stampara vumparar bumparafrumbara þumbara fjandans lómurára diks á priksum, krunkumnagla stúss og nafra pússklastra stir og kjóla ruðhellirs dagra hallar suð


But then again, we don’t get to choose who loves us, or even how.





Eiríkur Örn Norðdahl

Originally published in aslongasittakes, and in finnish translation in the Nuori Voima magazine. Both beginning of may, 2009.


FOOTNOTES

[
1]Smátt vill ganga smíðið áí smiðjunni þó ég glamri.Þið skulið stefna Eldborg á,undir Þórishamri.
[
2]Æri-Tobbi’s poetry was collected in 1974 by Icelandic poet, Jón frá Pálmholti, in the book Vísur Æra-Tobba published by Iðunn. The collection consists of poetry thought to have been Æri-Tobbi’s, from different manuscripts, a few in different versions. http://libris.kb.se/bib/311850
[
3]Hymns of the Passion are available in english, translated by Arthur Charles Gook. http://openlibrary.org/b/OL3060183M/Hymns-of-the-passion
[
4]urklippt, published by Pequod Press in Sweden. http://www.adlibris.com/se/product.aspx?isbn=9197729108
[
5]Grannmeti og átvextir, published by Vaka-Helgafell, 2001. http://skolavefurinn.is/lok/almennt/ljodskald_man/Torarinn_Eldjarn/Grannmeti_og_atvextir_9.htm
[
6]A video of the poem performed can be found on my homepage: http://www.norddahl.org/english - under ‘Readings’.
[
7]Since the writing of this essay, I’ve performed it once more, at Stanza litteraturbar in Malmö, 26th of March, 2009. The video of that performance is also on my homepage.
[
8]The book and CD, Ú á fasismann (A boo against fascism) published by Mál og menning, 2008, available here.


miércoles, 13 de enero de 2010

Aprendamos aleman con tía Doña Yeya! Primera entrega: "Hier siehst du ein Baby"

En esta bella sección, pequeñines, la tía Doña Yeya estará acompañándolos para mostrarles que el alemán puede ser muy divertido :) y también muuuy difícil y satánico y poético y nazi y chistoso ;)
Primero denle click a las imagenes y abajo verán las traducciones echas por Rojito.





1.
Hier siehst du en Baby/ Aquí ves un bebé
weisst du, wie es auf die Welt bekommen ist? / sabes como llegó al mundo?

2.
Hier siehst du Vater und Mutter. / Aquí ves a papá y mamá
Sie haben das Baby miteinander bekommen./ Ellos tuvieron un bebé.


3.
Hier haben Vater und Mutter keine Kleider an. / Aquí tenemos a papá y mamá sin ropa
Du kannts Mutters Brust sehen / puedes ver el busto de mamá
Und Mutters Schlitz. / y la ranura de mamá (hendidura, raja)
Den Schlitz nennt man Scheide. / La ranura se llama concha (vagina)


Du kannst Vaters Schwanzchen sehen / Tu puedes ver el pajarito de papá
Das Schwanzchen nennt man Glied. / El pajarito se llama pene
Du kannst auch das Sacklein sehen, Vater zwischen seinen Beinen hat. /
Es heisst Hodensack./ Se llama escroto

4.

Mutter und Vater haben sich sehr lieb. / Papá y mamá se aman.
Sie küssen einander. / se bessan
Vaters Glied ist gross geworden. / el pene de papá se agranda
Es steht steif heraus./ se pone yerto y tieso


Mutter und Vater möchten gern, dass Vaters Glied in Mutters Scheide kommt. /

A mamá y papá les gusta que el pene de papi entre a la concha de mami.
Das ist nämlich schön. / porque es muy agradable.

5.
Mutter und Vater legen sich aufs Bett.
Sie bringen (briegen) das Glied in die Scheide.
So können sie miteinander spielen.
Vater und Mutter schaukeln mitteinander auf und ab.

Das nennt man beischlafen.
Das kann ganz toll sein.
So können Mutter und Vater ein Kind bekommen,
wenn sie es wollen.

6.
Mutter und Vater haben sie sehr lieb.
Sie möchten gern ein Kind haben
Im Säcklein des Vaters sind viele kleine Sämmenzellen
Wenn Vater und Mutter beischlafen,
kommen die Sämmenzellen aus dem Glied heraus.


Die Sämmenzellen schwimmen in Mutters Scheide hinein
Und kömmen in eine Höhle in Mutters Bauch.
Diese Höhle heisst Gebärmutter



7.

Es vergehen viele, viele Tage.
Neun Monate sin vergangen,
seitdem die Sämenzellen und das Ei einander gefunden haben.
Nun ist das Kind so gross, dass es heraus will.




8.
Mutters Bauch ist so gross geworden,
dass ihr fast kein Kleid mehr passt.
„Ich kann spüren, wie sich die Gebärmutter zusammenzieht“,
sagt die Mutter zum Vater.

„Jetzt ist es bald so weit, dass ich unser Kind zur Welt bringe“


9.
Vater fährt Mutter in die Klinik

10.
Mutter legt sich in der Klinik ins Bett.
Dann kommt ein Arzt
Und spricht mit Mutter und Vater
Der Arzt wird Mutter bei der Geburt des Kindes helfen.


11.
Dann beginnt Mutter zu gebären.
Erst kommt der Kopf des Kindes aus Mutters Scheide heraus.

12.
Dan kommen die Arme des Kinder heraus





13.
Jetzt ist das kind ganz aus der Mutter herausgekommen.
Der Arzt hat die Nabelschnur abgeschnitten.
Auch die Mutterkuchen ist herausgekommen
Jetz ist das Kind geboren.



14.
Mutter und Kind ruhen sich einige Tage aus
Dann kommen sie wieder heim.
Wenn das Kind Hunger hat,
trinkt es Milch aus Mutters Brüsten.





Rojito estuvo en el Paraíso (reseña de El paraíso o la vida pasada en limpio, dir. Rubén Ortíz, sótano teatro Carlos Lazo, fac arq)


Vas bajando las escaleras

guiado por trocitos de vela
Sí, sí
justamente debajo del altar del teatro Carlos Lazo

en la facultad de arquitectura
y ves un disco enorme de metal con alitas
alumbrado por dos reflectores,

(escuchas que corre agua)


Más discos de metal con rendijas y suspendidos siempre
La mayoría a ras del piso
Y aparecen de repente los Virgilios y Virgilias
con sus playeras blancas y sus overoles azules


Primero

el Oído
Con “Across the universe” sonando en la obscuridad,
De regalo una hoja grande verde y dura y más hojitas caídas desde arriba
( y las velas alumbrando la escena)


A partir de entonces van llegando despacito las palabras:

Aparecen en el suelo con un pincel,
Nacen en la espalda entalcada de Nara Pech,
Arden en los cerillos alineaditos sobre una mesa
o descansan apacibles sobre las servilletas,

en pizarrones
o en los pechos de los asistentes
a punto de lanzar tejas mojadas de colores directito al techo.

Llega un momento en el que siento que esto ya es un recorrido tribal
y por lo tanto un acto de creación colectiva
esto de estar tan juntitos, columpiándonos entre mandalas de metal
(y perfectos desconocidos) pero hechos de la misma carne
Somos un Todo que Somos Uno que va caminando en la obscuridad del sótano

Me queda claro de inmediato que estamos dentro de un vientre materno
Somos espermatozoides luminosos con óvulos integrados por toda la piel
Con la pulsión fecundadora y receptora en las manos
Estamos apunto de Nacernos
:
Venimos en un carrito de la montaña rusa
Y la caída libre es encontrarnos frente a frente en el espejo.


Tan juntitos armando avioncitos y descalzos nos damos cuenta de que contamos con esa herramienta llamada Tacto
(y la llenamos de agua y la ponemos dentro de una tina)

Y con las donas azucaradas en silencio
y disfrutando jugo y manzanas amarillas o también rojas:
tenemos al señor don Gusto
(como que se reinaugura, como que también nace)

con Las palomitas de papel con algún recado de Nezahualcoyotl,
con la tierra convertida en chocolate y la lectura.
No me cabe la menor duda
estamos acá siendo iniciados en nuestro cuerpo,
mientras el altar de allá arriba está dormidito
(mientras el otro altar junto a la tetera
no deja de latir (sigue latiendo)
junto a los inciensos, las libretas y las pipas)

Pero este laberinto es materia transmutable en metro capitalino con todo y ambulantes,
En misa ralentizada dirigida por los Talking heads,
En emergencia sanitaria orientada
a no dejar que al paraíso de cada cual

se cuele ni una gotita de stress.

Y es en verdad una sucesión de tantos lugares y tantas voces pero sin partir de ahí:
El sótano imponente con columnas panzonas
y un recuerdo de Zurita tallado en las montañas de los Andes,
¿será un parto a la usanza budista que sin tanta sangre ni tantas horas
te permite ver con otros ojos la noche a la que sales al terminar la función?
Sin duda otra forma de ir catalogando las tonalidades en el aroma del pasto y la tierra mojados al ir caminando por las Islas rumbo a metro Copilco.

Y
El backstage del Carlos Lazo al salir:

parecería que no ha pasado nada,


Que toda la orquesta que afinaron meticulosamente los de La Comedia Humana,
No hubiera dado un concierto

Pero vaya que lo hizo

Vaya que lo hicieron,
Y puedo decir sin equivocarme
Que todos los que 1, 2, 3 o 5 veces asistimos al Paraíso
No salimos siendo los mismos;
Sólo me queda darles las gracias a todos esos prestidigitadores espaciales
Que me hicieron partícipe de todo ese acto
Que tuvo mucho de oda y oración al Estar Siendo

y al eterno Acontecer del Universo.




Guillermo “Rojo” Córdova
Miércoles 19 de agosto 2009
Ciudad Universitaria-Ajusco




Ismaél, Lila, Muriel, Avelina y Nara Pech

lunes, 11 de enero de 2010

Rojo en el num 19 de la reva Registro: TERRORISMO POÉTICO


Sí, sí, se trata de esas publicaciones con son tres veces heróicas por ser de literatura y que de hecho a esta le fue muy bien de distribución. A mí me tocó estar en la 18 y 19 , se trataba de una revista temática, se tiraban mil ejemplares me parece, tamaño bastante portatil, gratuita, una textura invitante del papel y un gran diseño al interior de esta publicación desplegable cual periódico mural. Se distribuía en muchos puntos de la Ciudad de México y de la República, llegó a tener la beca Edmundo Valadés del FONCA. Heil, Registro!
Si quieren alguna no dejen en preguntar sobre su paradero al querido editor Edgar Rivas:
Bueno y por cierto
en este número me publicaron con todo y bombas nucleares muy bellamente cayendo junto a mi polémico texto "Patria" fragmento "II. Madre"
que pronto estaré escaneando pa que vean nomás que lindo les quedó a los diseñadores
pero lo que ahora les quiero compartir es otro de los textos que me pareció fenomenal y que estaba habitando y latiendo en estas páginas del 19 de Registro:

Terrorismo Poético
x Hakim Bey

BAILES INVEROSÍMILES EN CAJEROS automáticos nocturnos. Despliegues pirotécnicos ilegales. Land art, obras terrestres como extraños artefactos alienígenas desperdigados por los parques naturales. Allana moradas pero en vez de robar, deja objetos poético-terroristas. Secuestra a alguien y hazlo feliz. Elige a alguien al azar y convéncele de ser el heredero de una inmensa, inútil y asombrosa fortuna -digamos 5000 hectáreas en la Antártida, o un viejo elefante de circo, o un orfanato en Bombay, o una colección de manuscritos alquímicos-. Al final terminará por darse cuenta de que por unos momentos ha creído en algo extraordinario, y se verá quizás conducido a buscar como resultado una forma más intensa de existencia. Instala placas conmemorativas de latón en lugares (públicos y privados) en los que has experimentado una revelación o has tenido una experiencia sexual particularmente gratificante, etc. Ve desnudo como un signo.

Convoca una huelga en tu escuela o lugar de trabajo sobre las bases de que no satisfacen tus necesidades de indolencia y belleza espiritual.

El arte del graffiti prestó cierta gracia a los laidos subterráneos del metro, y a los rígidos monumentos públicos; el TP también puede ser creado para lugares públicos: poemas garabateados en los lavabos del juzgado, pequeños fetiches abandonados en parques y restaurantes, arte en fotocopias bajo el limpiaparabrisas de los coches aparcados, Consignas en Grandes Caracteres pegadas por las paredes de los patios de recreo, cartas anónimas enviadas a destinatarios conocidos o al azar (fraude postal), retransmisiones piratas de radio, cemento fresco...

La reacción o el choque estético provocados por el TP en la audiencia han de ser al menos tan intensos como la agitación propia del terror -asco penetrante, excitación sexual, asombro supersticioso, angustia dadaesca, una ruptura intuitiva repentina- no importa si el TP va dirigido a una sola o a muchas personas, no importa si va "firmado" o es anónimo, si no transforma la vida de alguien (aparte de la del artista) es que no funciona.

El TP es un acto en un Teatro de la Crueldad que no tiene ni escenario, ni filas ni asientos, ni localidades, ni paredes. Con objeto de que funcione en absoluto, el TP debe desvincularse categóricamente de toda estructura convencional del consumo del arte (galerías, publicaciones, media). Incluso las tácticas de guerrilla situacionistas de teatro callejero resultan ya demasiado conocidas y previsibles.

Una seducción exquisita -conducida no sólo por la causa de la mutua satisfacción sino también como acto consciente en una vida deliberadamente bella- puede ser el TP definitivo. El terrorista P se comporta como un estafador cuyo objetivo no es el dinero, sino el CAMBIO. No hagas TP para otros artistas, hazlo para gente que no repare (al menos por un momento) en que lo que has hecho es arte. Evita las categorías artísticas reconocibles, evita la política, no te quedes a discutir, no seas sentimental; se implacable, arriésgate, practica el vandalismo sólo en lo que ha de ser desfigurado, haz algo que los niños puedan recordar toda la vida -pero no seas espontáneo a menos que la musa de TP te posea-.
Vístete. Deja un nombre falso. Se legendario. El mejor TP está contra la ley, pero que no te pillen. Arte como crimen; crimen como arte.

[Recogido en CAOS: Los pasquines del anarquismo ontológico (1984) y publicados en T.A.Z. Zona Temporalmente Autónoma, Ed. Original: Autonomedia, P.O.Box 568, Williamsburg Station Brooklyn, NY 11211-0568, EEUU; Ed. Española: Talasa, 1996 c/ Hileras, 8, 1º dcha; 28013 Madrid, traducción de Guadalupe Sordo.]